Literaria

Silabario 202

José Manuel González Hernández (Mané)

Andrea Anaya Ponciano, una vida que se acerca a la ventana

La vida hace muecas en las nuevas generaciones y crepúsculos se hacen cambiantes en la “gran puerta” de Hugo Gutiérrez Vega. Todavía los corazones no se calman, todavía lo humano abre los brazos y toma la forma del tiempo. Andrea Anaya Ponciano, un ser que se hará necesario perseguir como al tono azul del movimiento y que cierta manera se presenta a media tarde para florecer y crepuscularse en la palabra, habla de voces y que ya no están porque el tiempo todo se lo lleva. Un texto siempre será la caída de lo humano, la escena a donde siempre se vuelve porque la invasión de sensaciones profanan el instante. Andrea, empezando invadida por las voces que hielan profecías escribe de rostros, de encierros en los cuartos, de caminatas fuera de la habitación para decretar un crisol sin más noche que el instante donde se hace necesario escribir en voz alta. Demasiado joven, Andrea participa en el taller para jóvenes de secundaria y bachillerato de la Casa de la Cultura de Lagos de Moreno. Su voz es a veces la transmisión del elipsis que vale esperar para seguir vivo.

Una voz bien puede ser la voz del tiempo en toda pesadilla. Andrea, desde su casi risa es el novel ruido que practica la benevolencia con el lenguaje. El silencio es un lujo que pocos nos damos.

Un texto de Andrea Anaya Ponciano

(Sin título)

Los recuerdos se desvanecen en la oscuridad de la noche mientras tu voz se aleja.

Todos esos buenos momentos que pasé a tu lado cuando todavía estabas aquí simplemente desaparecieron.

No estaba lista para tu partida, Cada día salgo al campo con la esperanza de encontrarte y ver el amanecer de nuevo, pero al darme cuenta de que no llegarás vuelvo a la casa donde paso hora y horas pensando en ti, en lo mucho que te extraño.

Ya no es lo mismo ahora que no estas, a veces cierro los ojos e imagino que estás junto a mí como antes y, me abrazas, es una sensación agradable pues siempre me relajaba estar en tus brazos; me miras y me dices que tú también me has extrañado, entonces abro los ojos y me doy cuenta de que todo eso ha terminado y que desde hace tiempo ya no estás mi lado; una pequeña sensación de tristeza comienza a brotar al darme cuenta de esto. Cómo quisiera volver a verte y pensar que todavía  tenemos oportunidades de crear un futuro, pero no puedo; tú ya no estás en este mundo y yo sigo llorando por tu muerte inesperada; espero que algún día el destino más allá cruce nuestros caminos y pueda verte de nuevo y valorar los momentos que pasaré contigo.

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